«Como Madrid está sin cerca,
a todo
gusto da entrada,
nombre hay de Puerta Cerrada,
más pásala quien se acerca».
Así se refería Tirso de Molina a una de las puertas del antiguo
Madrid amurallado.
La Puerta
del Dragón o de la Culebra,
que tenía esculpida en su parte superior una culebra o un dragón, popularmente
se la llamó Puerta Cerrada porque su estrechez y su doble recodo, servía de
escondite a los ladrones que allí se apostaban por las noches a robar a todo el
que saliera o entrara, porque los de fuera no podían ver a los de dentro y
viceversa.
Por este motivo, la puerta permanecía cerrada la mayor parte del
tiempo. Cuando fue derribada el nombre permaneció en el callejero para
denominar a la plaza que se formó donde había estado.
«¿Cuál es
una puerta
que, cerrada
entran y salen, sin cuento,
cuantos quieren cada día?
La
misma que en ese pueblo
llaman Puerta Cerrada».
(Lope de Vega).
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
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