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DÍA DEL LIBRO: LA LIBRERÍA, EN LA PLAZA DEL CALLAO



Buenas tardes desde mi Madrid del alma :)

Hoy hace un día espléndido, totalmente primaveral, con algunas nubes dispersas del tipo cúmulos, conocidas como algodonosas. Un día y un cielo idóneos para hacer fotos por Madrid. 

Yo ya he aprovechado a hacer algunas esta mañana, incluidos un par de grafittis en los cierres del Cine Rex, que lleva ya muchos años cerrado.






La mañana, además de hacer fotos la he pasado paseando entre libros, aprovechando el Día del Libro, qué placer me produce estar entre libros. La primera parada ha sido, como no podía ser de otra manera, la plaza del Callao. Unas 30 mesas, en tendidos de sol y sombra, algunas tuvieron suerte con la sombra porque el Sol iba pegando más fuerte a medida que pasaba el tiempo. Los libros esperaban a sus familias de acogida expectantes. Todos bien visibles, al alcance de los adoptantes.

La mini exposición de mesas y libros estaba amenizada por una banda callejera de músicos que tocaban jazz, muy bien, por cierto, entre los aplausos del público cada vez que terminaban una canción. Cinco hombres vestidos de negro con pajarita incluida y sombrero.

Miré en todas las mesas buscando novelas policíacas, pero no encontré ninguna de mi agrado. “Cachis, ¿a que me marcho sin adoptar ningún libro?”, pensé.

Luego saludé a Miguel Tébar, alma mater de La Librería, que al preguntarle cómo iban las ventas de la mañana contestó “no van mal, la cosa parece que tira un poco”, “¡enhorabuena!” le dije con alegría. Y mientras cambiábamos impresiones, una chica, del tamaño XXL en altura y anchura, compró un libro mío, “¡qué emoción!” pensé, y Miguel, al terminar de cobrarlo, como quien no quiere la cosa va y le dice “está aquí la autora, si quiere se lo puede firmar”. “Glups”, me dije, “esto es una encerrona ¿eh? no estaba previsto” le dije mientras buscaba un boli en el bolso. La chica se marchó encantada diciendo que qué suerte había tenido.



Bromas aparte, la plaza del Callao estaba llena de gente que miraba las mesas y alguno que otro comprando. “Bieeen, hay familias de acogida para todo tipo de libros”, pensé. Es lo que hace falta, que se vendan libros (y también ebooks, claro) porque el mísero 10% de sueldo que cobra cada autor por
libro vendido, no da para mucho que digamos. Por eso hay tantos escritores abonados a las tertulias y columnas de periódicos, porque de los libros, no se vive. Por cierto, en la mesa de La Librería había más gente comprando que en otras, me fijé un buen rato, y es que los libros sobre Madrid, tienen mucho tirón, que lo sé yo.

Me despedí de Miguel y Manuela, la que le ayudaba en las ventas y a la que me hacía ilusión conocer -muy simpática, por cierto- y me pasé por La Central de Callao. No había entrado allí todavía, y me gustó por la antigüedad y buena restauración del edificio incluyendo las escaleras de madera de origen. Lo que no me convenció fue la distribución de los libros, había zona de novela policíaca pero no de histórica o al menos yo no supe encontrarla. Curioso el rincón llamado Bistrot donde se puede tomar algo tranquilamente mientras se lee un libro o el periódico, también una pequeña zona de objetos de papelería, otra de recuerdos o souvenirs, etc.




Como no encontré nada de mi gusto me dije “me voy a la Casa del Libro, la de toda la vida” y de camino, en la Gran Vía, fui mirando el resto de las mesas expositoras. 

Entre ellas encontré a un viejo conocido que hacía años que le había perdido la pista: Hugo Guzmán, un peruano que vive de vender “Los libros más pequeños del mundo” en tapa dura, editorial –peruana- que encuaderna los diminutos libros, incluido el Quijote en dos tomos y con nervios en los lomos, con una prestancia y calidad que ya quisieran muchos Quijotes del tamaño “normal”. 

Intercambiamos unas palabras y le dije “desde que no te dejan ponerte en el Retiro, en la Feria del Libro, te había perdido de vista” y es que hace ya bastantes años, la feria solo permite poner casetas de libros hechos en España. Una lástima porque Hugo en el Retiro tenía mucho éxito. Así que me explicó que ahora vive de venderlos en todas las ferias de España. “Algo es algo”, me dijo y me regaló un marcapáginas con mi nombre y la explicación de lo que significa.

En la Casa del Libro encontré lo que buscaba, dos nuevas novelas para poder leer por la noche en la cama, como es mi costumbre. Adopté dos libros que seguro me van a encantar y al mismo tiempo, contribuí al exiguo sueldo del año que viene de dos autores.

¡Feliz día del Libro!

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