Chamartín de la Rosa, los Carabancheles,
Hortaleza, Canillas... antes de la década de los cuarenta del siglo XX, eran
pueblos de Madrid y como tales, tenían su plaza mayor o plaza del pueblo, así
como iglesia parroquial, ayuntamiento, cárcel y cementerio. Éstos eran los
elementos básicos de cada pueblo.
Con la anexión a Madrid, las plazas mayores
adoptaron nuevos nombres, las cárceles desaparecieron, las iglesias se
convirtieron en parroquias de barrio, los ayuntamientos se transformaron en
tenencias de alcaldía (hoy juntas municipales) y algunos de los cementerios
desaparecieron, destinando sus solares a otros usos.
El último cementerio
desaparecido fue el de Chamartín, situado detrás del antiguo gran edificio de la Seat (desaparecido en los años noventa del
siglo XX).
Cuando Renfe construyó
la estación de Chamartín, el Ayuntamiento expropió parte del cementerio para
levantar en su lugar un aparcamiento de coches para la estación. Se fijó un
plazo para que los familiares recogieran y trasladaran los restos a otros
cementerios. Y así se hizo. Por este motivo, lo que aún quedaba en pie del
cementerio permaneció durante años con las fosas al descubierto. Aquí jugaban
los niños a la pelota y a saltar al interior de los agujeros.
En octubre de
1978, el Ayuntamiento cegó todas las fosas convirtiendo la parte del cementerio
que no se usó para el aparcamiento en un campo de fútbol para los niños del
barrio. Lo que antaño fue un lugar de eterno descanso, es hoy un campo de entrenamiento
infantil.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, 2ª parte
Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 5ª edición. 6,50€.
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