Y nos quejamos de la inseguridad
ciudadana que hay en la actualidad.
Pues en el siglo XIX no era de color de
rosa precisamente. Copio textualmente la descripción que hizo Mesonero Romanos
en sus Memorias de un setentón sobre
la inseguridad en 1815:
«Era tal, que cada una de las estrechas, mezquinas e
indecorosas casas de la población estaba convertida en una fortaleza, con
gruesos pontones de hierro y trancas de madera en todos los balcones y ventanas para defenderlos de cualquier asalto a mano armada; que el
tránsito por las calles, oscuras y solitarias desde las primeras horas de la
noche, podía considerarse como temerario, a menos de ir acompañado de un
sereno, de un criado, o, por lo menos, de un estoque en la mano derecha y una
linterna en la izquierda. Aún por el día estaba limitado el movimiento de la
población a las calles centrales entre la de Alcalá y de la Montera; todo lo que era
salir de allí y penetrar en las barriadas hostiles de Lavapiés y la Inclusa al Sur, o el
Barquillo y Maravillas al Norte, era imprudente y arriesgado».
Para que luego
digamos.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, 2ª parte
Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 5ª edición. 6,50€.
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