Inicialmente
se puso un plazo de diez días para encontrar los restos del dramaturgo. El
corroído tablón de madera con las iniciales M.C. hizo creer que ya habían dado
con sus huesos. Sin embargo, no ha aparecido aún ni una mandíbula con algunos
dientes, una mano tullida o plomo de los arcabuzazos que recibió tan insigne
escritor en el pecho. Sí han aparecido otros ataúdes pero ninguno con la
inscripción deseada.
En la
cripta se hallan el 95 % de los enterramientos. Pero no todo está perdido. Como
cuenta Rafael Fraguas en El País, ahora la búsqueda «se centra ahora
bajo una hornacina situada a la derecha del muro que alberga 36 nichos, unos
pocos de ellos vacíos. Esta oquedad en la pared derecha de la cripta, que mira
hacia la zona de clausura de las monjas, y según testimonios de las religiosas
era un altar dedicado a los oficios funerarios allí celebrados durante los
entierros y se cree que a sus pies se encuentra un área significativa de
sepulturas, que despierta una especial atención de los 36 facultativos que laboran
allí en distintos turnos«.
Además, se ha incorporado al equipo de investigación
Francisco José Marín Perellón, muy conocido entre muchos de nosotros, cuya labor
será « hallar los testimonios escritos de las obras realizadas en el
convento de San Ildefonso y San Juan de la Mata, que así se llama el cenobio
trinitario, así como las anotaciones registrales sobre inhumaciones,
exhumaciones y misas encargadas por los deudos de difuntos allí sepultados.
Mediante su cotejo se espera obtener localizaciones que podrían ser precisas y
abreviar el hallazgo de los restos de Miguel de Cervantes y de otras
personas relevantes, allí enterradas a partir de 1612.
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