El Cristo del Pardo y la desaparecida
imagen de Nuestra Señora de las Angustias tienen historias muy similares.
El
famoso Cristo del Pardo, se esculpió por orden de Felipe III para conmemorar el
nacimiento de su hijo, el futuro Felipe IV, ocurrido el Viernes Santo de 1605.
Se cuenta que el escultor Gregorio Hernández hizo varias veces la cara sin
conseguir dar la expresión deseada. Por eso, como último recurso, decidió rezar
y hacer penitencia. Finalmente, consiguió dar la expresión que quería, la que
podemos contemplar hoy. Pero siempre afirmaba que, así como el cuerpo lo había
hecho él, la cara era obra de Dios.
Cuando se construyó el convento de los
capuchinos del Pardo, el rey regaló el cristo yacente al mismo.
La imagen de Nuestra Señora de las
Angustias tiene una historia parecida. Esculpida por Gaspar Becerra, tenía en
los brazos a Cristo descendido de la cruz. Se dice que Becerra, no sabiendo
como era la cara de la virgen, rezó para pedir que le ayudara a realizarla. Una
noche, mientras dormía, se le apareció la Virgen y al despertarse quedó tan viva su expresión
que la dibujó en un boceto y de ahí sacó la imagen, siendo -a juicio de
Jerónimo de Quintana- una de las mejores de España.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
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