Hace unos años, mientras los clientes
habituales del Café de Oriente desayunaban tranquilamente, había uno asiduo muy
peculiar que acudía a diario al café a proveerse de su ración de alimento.
Entraba todos los días por la doble puerta de cristal -todo un triunfo
lograrlo- sin que nadie lo notara y se posaba discretamente en algún lugar
alto.
Era un gorrión, pero no un gorrión cualquiera, sino el gorrión del Café
de Oriente. Y el pajarillo observaba a la clientela con suma paciencia y cuando
algún cliente se levantaba dejando la propina, volaba hacia ese lugar a recoger
las migas del pan tostado o del bollo que habían quedado desperdigadas. Una vez
saciado su apetito, volvía discretamente a su punto de observación. Y así una y
otra vez a lo largo del día. Era un gorrión solitario y los camareros le
respetaban y le querían.
Nadie le molestaba y cuando llegaba el atardecer se
marchaba volando por donde había entrado: por la doble puerta de cristal. Hace
pocos años el gorrión murió y el café perdió a su cliente más fiel, ni un solo
día faltaba a su cita.
Del libro
“Curiosidades y anécdotas de Madrid”, 2ª parte
Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 5ª edición. 6,50€.
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