Estos tres paseos, verdadera columna
vertebral de Madrid son ondulantes porque siguen el curso del antiguo arroyo de
la Fuente Castellana,
que nacía en la actual glorieta de Emilio Castelar, donde se halla el monumento
del citado político y vertía el agua en un pilar con un caño y un pilón
cuadrangular. En 1835 la fuente fue sustituida por el Obelisco que construyó
Francisco Javier Mariátegui para conmemorar el nacimiento de Isabel II. El
Obelisco se halla en la actualidad en el parque de la Arganzuela.
El arroyo del Bajo Abroñigal recibía
el nombre del Prado a su paso por los paseos de Recoletos (antiguo Prado Nuevo)
y del Prado (Prado Viejo) y, tras cruzar la actual glorieta de Atocha desaguaba
en el arroyo del Abroñigal (hoy M-30). Carlos III encargó a José de Hermosilla
un proyecto para la creación de un amplio paseo –llamado Salón del Prado- y el encauzamiento
bajo tierra del arroyo. Las obras comenzaron en 1775. Hubo que terraplenar
muchas zonas para conseguir nivelar y allanar el futuro paseo.
En 1834 se terminó de acondicionar el
paseo de Recoletos y de la Castellana, se canalizó el arroyo y se plantaron los
árboles. El largo paseo comenzaba en la glorieta de Atocha y finalizaba en la de Emilio Castelar.
En el siglo XX se prolongó hasta la plaza de San Juan de la Cruz. El resto del paseo
de la Castellana a partir de los Nuevos Ministerios es recta porque ya no
siguió el cauce del arroyo.
Del libro “Los porqués de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. ___ edición. ___ €.
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