El servicio de recogida de basuras de
las calles de Madrid se implantó por primera vez en el reinado de Felipe V.
Pasado un tiempo, este servicio resultó discriminatorio debido a que los
encargados de recoger las basuras no percibían nada del Concejo, sino que
recibían propinas de los habitantes más pudientes, por lo que sus calles
permanecían limpias y los que no podían pagar tenían que resignarse a que sus
calles permanecieran sucias.
Dos siglos antes, concretamente en 1530,
el corregidor Pedro Ordóñez de Villaquirán, prohibió el vertido de basuras y
desperdicios por las ventanas, norma que nunca se cumplía.
De antiguo nos viene
a los habitantes de esta Villa y Corte el eludir las normas y leyes de limpieza
e higiene.
Como ya indiqué anteriormente, diplomáticamente, el alcalde Enrique
Tierno, en sus famosos bandos llamaba sucios a los madrileños porque, el no
cumplir las normas sobre la recogida de basuras «hace que muchos madrileños
tengan que salir de sus casas, o ir a su trabajo, entre residuos y malos
olores, testimonio de falta de responsabilidad y buena crianza».
También
recordaba el "viejo profesor" en otro bando con respecto a la
limpieza de la ciudad que «Madrid cuenta con más de 45.000 papeleras, que se
utilizan poco, observándose que en torno a ellas y a los ceniceros que las
acompañan hay más residuos que en el resto de la calle».
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
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