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LA POSADA DEL PEINE


¡Qué nombre tan bonito! Se estableció en la antigua calle del Vicario Viejo (hoy Marqués Viudo de Pontejos) en 1610, donde sigue actualmente. Su dueño, Juan Posada, la abrió como un negocio familiar que se mantuvo hasta dos siglos después en que pasó a manos de los hermanos Espino, quienes ampliaron la posada con la construcción de un edificio anexo esquina a la calle de Postas. En 1892, el edificio antiguo fue coronado con un templete para un reloj para mejorar su estética y para conmemorar el IV Centenario del Descubrimiento.

La posada tenía 150 habitaciones, las más lujosas con balcones a la calle y sin ventanas las más modestas, cuya única ventilación se conseguía abriendo la puerta al pasillo. La más curiosa y misteriosa era la número 126, que tenía en la parte superior de una de las paredes una pequeña puerta que, aunque a simple vista pareciera una alacena, escondía una estrecha escalera -por la que había que subir agachado- que conducía a un pequeño cuarto en el piso superior.

Cuando la última dueña murió, cedió el edificio a una comunidad religiosa y ésta, a su vez, lo vendió a la relojería Girod, que sólo reformó un ala del primer piso, destinándola a sus talleres. La posada del Peine permaneció muchos años cerrada y abandonada y, en 2004 fue adquirida por la cadena de hoteles Hight Tech que la ha reformado y rehabilitado e inaugurado un año más tarde con el nombre de Petit Palace Posada del Peine. De las 150 habitaciones iniciales han quedado 71 acondicionadas con las más modernas tecnologías. Había un dicho popular que decía «para amantes peinados que así se quiera, / el mesón que les toca es el del Peine».

Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.

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