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¿Por qué hay un viaducto en la calle de Bailén?




A lo largo de los siglos siempre ha existido la necesidad de comunicar el Palacio Real con la iglesia de San Francisco el Grande. La única comunicación que existía era a través de la cuesta de la Vega y la cuesta de los Ciegos, ambas muy abruptas.

En el Madrid medieval existió un puentecillo que cruzaba el arroyo de las Fuentes de San Pedro que discurría por la actual calle de Segovia, del cual no ha quedado resto alguno. Hasta el siglo XIX no se planteó en serio la construcción de un viaducto sobre la calle de Segovia aunque anteriormente, Juan Bautista Sachetti lo propuso a Felipe V y Silvestre Pérez a José Bonaparte.

En 1860 comenzó la construcción del primer viaducto, de hierro y madera, según el diseño de Eugenio Barrón. Para poder construir los cimientos hubo que derribar la iglesia de Santa María (para ensanchar la calle de Bailén) y algunas casas situadas junto a la cuesta de la Vega, entre ellas el palacio de Malpica.

Este primer viaducto medía 130 metros y se inauguró en 1874 con el traslado de los restos de Calderón de la Barca desde la iglesia de San Francisco el Grande al desaparecido cementerio de San Nicolás, en la calle de Méndez Ávaro.

Al año siguiente las pequeñas barandillas tuvieron que ser cambiadas por otras de mayor altura para evitar los suicidios, e incluso, hubo que poner alambre de espino y vigilancia policial.

A pesar de su calidad, en 1921 y 1927 se pensó en reformarlo aunque no se llevó a cabo, por lo que se hizo necesario uno nuevo que se adaptara mejor a los problemas viarios ya que la calzada para el tráfico tan sólo era de ocho metros de anchura. Así que en 1931 el Ayuntamiento convocó un concurso para un nuevo viaducto. Al año siguiente volvió a convocarlo y el primer premio lo obtuvieron el arquitecto Francisco Javier Ferrero y los ingenieros Luis Aldaz Muguiro y José de Juan-Aracil y Segura.

El nuevo viaducto tendría 20 metros de anchura, con una calzada de 12 metros y dos aceras laterales de cuatro metros cada una. Se construyó en hormigón armado y consta de tres arcos, siendo el central mucho mayor que los laterales. Las dos columnas principales de sustentación se aprovecharon para colocar dos ascensores. El nuevo viaducto estaba terminado en 1934. Hubo que reconstruirlo en 1942 por los daños sufridos durante la Guerra Civil.

En 1975 fue cerrado al público por una serie de grietas que aparecieron en su estructura y que suponían un peligro para el tráfico rodado. Se barajó la idea de derribarlo y construir un nuevo pero finalmente se restauró y se abrió en 1978. En 1998 se colocaron unas mamparas de cristal para evitar los suicidios. Desgraciadamente, esta solución tuvo como resultado el estrechamiento de las aceras quedando las farolas en medio y además, impiden asomarse a los miradores. 



Del libro “Los porqués de Madrid”, Isabel Gea.
Fecha de la publicación: Octubre 2010 - 13.95 €.
Editorial: Ediciones La Librería.

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