En el atrio de la parroquia de San Sebastián, que daba a
la calle Huertas, existía en los años veinte de nuestro siglo, un perro que
vivía aquí, muy bien educado, por cierto, porque cada vez que le ponían una
moneda de 10 céntimos en la boca, corría a una pastelería cercana a la iglesia
a depositarla en el mostrador para que a cambio le dieran un bollo, que comía
con la tranquilidad y satisfacción de haberlo pagado.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
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