La mendicidad es algo que ha existido siempre.
En 1935,
el Ayuntamiento republicano quiso evitar que Madrid se convirtiera en la
capital de los mendigos, por lo que
prohibió a los ciudadanos que dieran limosnas a los pobres, siendo multados por
los policías que les sorprendieran haciéndolo.
En la actualidad la situación de
la mendicidad no difiere mucho de aquellos años aunque ahora parte se camufla
en una nueva profesión:
los semaforeros que se dedican a pedir limosna
vendiendo pañuelos de papel o ambientadores para los coches, los que limpian el
parabrisas aunque uno no quiera.
Los semáforos tienen sus trabajadores fijos
(mendigos que cumplen su jornada de trabajo en varios turnos) y sus clientes
fijos también (los sufridos automovilistas que inevitablemente tienen que coger
la misma ruta todos los días).
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
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