El primer reloj que tuvo Madrid fue
instalado en la torre de la iglesia del Salvador (calle Mayor esquina a Señores
de Luzón), en un año desconocido del siglo XV. Lo que sí se sabe es que, ya en
1480, debía de ser algo viejo porque por lo visto, se estropeaba frecuentemente,
lo que dio lugar a que los relojeros de la Villa y Corte lo dejaran por imposible.
A pesar
de ello, el Concejo no cejó en su empeño de arreglar el viejo reloj y escribió
a Toledo para que enviase un relojero que lo arreglara. Como el presupuesto de
éste supuso una cifra tan grande -añadida además a las anteriores reparaciones-
el Concejo tuvo que pedir permiso a los Reyes Católicos para recaudar 30.000
maravedíes entre los vecinos para la fabricación de un nuevo reloj. El dinero
se recaudó pero,... ¡ay!, se destinó a otros menesteres y se necesitaron dos
años más para reunir otra vez la cantidad suficiente para el nuevo reloj e
instalarlo en la torre.
Un segundo reloj se colocó
posteriormente en la Puerta
de Guadalajara. Como ambos relojes se hallaban muy próximos (en las plazas de la Villa y Herradores
respectivamente), dentro de la misma calle Mayor, en 1522, el reloj de la torre
del Salvador se alejó 200
metros siendo instalado en el Arco de Santa María (Mayor
esquina a Bailén aproximadamente). De esta forma, los dos relojes se podían oír
por toda la Villa,
ya que estaban situados en el centro de la ciudad.
Ninguno de los relojes ha llegado a
nuestros días. El del Arco de Santa María desapareció con el derribo del mismo
en 1572 para poder ensanchar la entrada, y un incendio destruyó la Puerta de Guadalajara y el
reloj en 1583.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, 2ª parte
Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 5ª edición. 6,50€.
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