Durante los años que duró la
construcción del Palacio Real circularon algunos rumores entre los obreros.
Uno
de estos rumores cuenta que unos obreros
aseguraron haber visto a dos demonios que subían por la pared que da al Campo
del Moro. Aunque Felipe V no era supersticioso, por si las moscas, ordenó que
dos guardias vigilasen la zona y dispararan en caso de que los demonios
volvieran. Como es lógico, los demonios no volvieron a dejarse ver desde
entonces.
Pasados unos días, otro obrero cayó al suelo desde una de las
torretas y se mató. Esto se atribuyó a una bruja que, montada en su escoba,
¡como mandan las reglas en estos casos!, había empujado al desdichado
trabajador. Aquello ya era el colmo y el rey, que seguía sin ser supersticioso,
se dejó convencer para que llamara a un fraile experto en brujas. Éste, entre
exorcismos, lanzaba agua bendita a los obreros, mientras continuaban con su
trabajo.
Desde entonces, ningún otro obrero se mató, por lo que se dedujo que,
tanto las brujas como los demonios habían decidido marcharse a otro lugar.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, 2ª parte
Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 5ª edición. 6,50€.
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