Los vallecanos de finales del siglo
pasado, difícilmente podrían llegar puntuales a ningún sitio, pues el único
reloj que tenía el pueblo, el de la iglesia parroquial, nunca iba bien, lo que
provocaba las quejas de los vecinos, que nunca sabían cuál era la hora exacta.
En 1898, el periódico local La Voz de Vallecas, publicó una carta de queja
que textualmente decía «a nuestro respetable Cura Párroco o Alcalde trasladamos
la queja de varios vecinos de los cambios tan bruscos que el reloj de la
iglesia experimenta, pues tan pronto va atrasado veinte minutos como adelanta
cuarenta...».
Además, el citado reloj no
se veía muy bien de lejos, porque en otra carta, se insta al alcalde a que
pinte la esfera de blanco y se le ponga un cristal. Afortunadamente para los
vallecanos de aquella época, la vida no era tan acelerada como en la
actualidad, y el llegar con algo de retraso podía ser disculpado por el reloj
de la iglesia.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, 2ª parte
Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 5ª edición. 6,50€.
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