Desde 1894, la estatua de la Cibeles, amanecía dos o
tres veces al año, con capa.
El primero en inaugurar esta moda fue Felipe
Ducazcal, quien se había apostado mil reales con dos amigos a que era capaz de
plantarle dos besos y una capa a la diosa Cibeles. Y así lo hizo.
La moda se
extendió y el que más y el que menos, regalaba su capa a la diosa frigia, no sabemos si con sus
correspondientes besos también.
Lo cierto es que la Cibeles pasaba alguna que
otra noche arropada. Y es que las noches de invierno en Madrid... ya lo dice el
dicho: «El aire de Madrid es tan sutil que mata a un hombre, y no apaga un
candil».
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, 2ª parte
Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 5ª edición. 6,50€.
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