Hacia 1588 vivía en la calle del Príncipe una doncella,
bella como siempre se exige en estos casos, cortejada por un alférez a quien
ella correspondía.
Una tarde, el joven fue a ver a su prometida con una mala
noticia: le explicó que debía partir de inmediato por orden del rey para
embarcar a bordo de uno de los barcos de la Armada Invencible.
La dama rompió a llorar desconsolada de tristeza, pues presentía que le
perdería para siempre.
El alférez, para consolarla, le prometió que, en caso de
morir en combate defendiendo España, ella sería la primera en conocer la
noticia..
Pasaron los días y los meses con el constante temor de
que el escritorio se abriera.
Una noche, mientras la doncella dormía en sus
aposentos, notó que una fría corriente de aire movía las cortinas de su ventana
inundando la estancia.
Presintiendo lo peor, la muchacha saltó de la cama y se
alejó corriendo no queriendo ver el escritorio que, en ese momento, se abría,
dejando caer al suelo un cajón y desparramando su contenido.
¡Extraño sistema
de comunicación, predecesor del telegrama!
Algunas semanas más tarde, llegaron
noticias sobre la destrucción de la Armada Invencible ,
confirmando la muerte del alférez.
La doncella, presa de un gran dolor, se
retiró al convento de Santa Isabel, donde profesó como monja, llegando a ser
superiora del mismo.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
http://www.edicioneslalibreria.es/
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