La instalación de agua corriente en las casas hizo desaparecer
una profesión muy necesaria hasta entonces, la de los aguadores.
Éstos formaban
dos grupos: los llamados aguadores de "botijo", que vendían el agua
por las calles en botijos, y los aguadores de "cuba", encargados de
repartir por las casas, un número de litros por ciudadano y día.
A los primeros
no se les pedía ninguna condición especial, pero a los segundos se les exigía
estar dotados de una buena corpulencia para poder subir las cubas hasta los
pisos más altos.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
Comentarios
Publicar un comentario