Hablemos de estatuas.
Cada etapa política tiene o ha
tenido sus monumentos escultóricos. Unos se levantan, otros se trasladan de
lugar, y otros son retirados, desapareciendo para siempre. Todo depende de la situación política del
momento.
Del primer grupo no hace falta hablar. Al segundo pertenecen, por
mencionar algunas, las estatuas dedicadas a Quevedo (trasladada de la plaza de
Alonso Martínez a la glorieta de Quevedo, emplazamiento más lógico); Claudio Moyano, desde 1982 de nuevo
en la glorieta del emperador Carlos V, y que estuvo durante muchos años
"perdida" en el patio del colegio del mismo nombre y utilizada por
los chicos como poste para sostenimiento de una portería de fútbol. Tras largos
años prestando este "servicio", el rostro resultó tan deteriorado por
los balonazos recibidos que hubo que restaurarlo porque estaba irreconocible.
Afortunadamente, después de unos años de "traslado forzoso", ha sido
reemplazada a su antiguo lugar, donde, a buen seguro, recibirá mejor trato.
También la estatua ecuestre de Felipe III tuvo primitivamente otro
emplazamiento: la entrada de la
Casa de Campo, desde 1616 hasta 1848, en que por iniciativa
de Mesonero Romanos, fue trasladada a la Plaza Mayor. En 1873,
con la proclamación de la
I República , rey y caballo fueron bajados de su pedestal y
guardados en un almacén. Al año siguiente, con la restauración borbónica,
fueron subidos de nuevo a su pedestal y colocados de nuevo en la Plaza Mayor , donde
permanecen hoy.
En el grupo de los desaparecidos está la estatua de Pablo
Iglesias, fundador del PSOE y que estuvo en el parque del Oeste hasta que,
durante la Guerra Civil ,
fue enterrada por unos militantes
socialistas en el Retiro. Nunca se ha podido rescatar por desconocerse el lugar
exacto donde fue ocultada. Allá por los años 80 se halló tan sólo la cabeza.
En
paradero desconocido se encuentra también la dedicada a Mendizábal, estatua de
bronce de dos metros de altura. Famoso por su ley desamortizadora, presidió la
actual plaza de Tirso de Molina (antes del Progreso) entre 1869 y 1939, siendo
sustituida en este último año por la dedicada a Tirso de Molina.
Un caso menos
conocido es el de una escultura sin catalogar de Benlliure, hallada en una
escombrera que el Ayuntamiento tiene en la Casa de Campo y que fue triturada y convertida en
piedra, nada menos que para ¡pavimentar una calle! Si Benlliure levantara la
cabeza...
Lo cierto es que vivimos en un país en que para ser
alguien hay que estar muerto.
Los que tienen más monumentos dedicados son los
militares, que suman veinte entre todas las graduaciones, siendo la más baja la
correspondiente al soldado Eloy Gonzalo (que preside Cascorro).
Les siguen
escritores, pintores, músicos y toreros. Por supuesto no hay que olvidar el
gran número de monumentos dedicados a reyes españoles, gran parte de los cuales
se encuentran en la plaza de Oriente.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
http://www.edicioneslalibreria.es/
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