¿Por qué la estatua orante de Pedro I el Cruel y el sepulcro de su nieta doña Constanza se hallan en el Museo Arqueológico Nacional?
El origen de estas dos obras de arte
está en el convento de monjas de Santo Domingo el Real. En 1217 se fundó el
citado convento de monjes dominicos situándose fuera de la villa para favorecer
su recogimiento y al mismo tiempo ayudar a su labor evangelizadora. Se
desconoce el motivo del cambio de orientación a los pocos años, de masculina a
femenina, que experimentó el convento. Se dice que el excesivo relajamiento de
los frailes que fueron muy bien acogidos por los madrileños y se convirtieron
en beneficiarios de sus donaciones.
Doña Constanza, nieta de Pedro I el
Cruel, fue priora del convento durante 62 años y, en 1446, ordenó traer el
cuerpo de su abuelo para ser enterrado en el altar mayor de la iglesia del
convento. El sepulcro que doña Constanza encargó debía de ser de gran tamaño
con una estatua yacente del rey.
En 1504, durante el reinado de los
Reyes Católicos el monumento debió de ser reestructurado o sustituido por otro
aprovechando partes del antiguo, del cual sólo ha llegado a nuestros días la
estatua orante que se halla en el Museo Arqueológico Nacional[1].
Con motivo de la construcción de un
nuevo retablo mayor, se cree que las piernas de la estatua orante debieron de
ser amputadas en 1613 para poder ser colocada en un nicho. Finalmente terminó
en uno de los subterráneos del convento. En 1845, gracias a la Comisión Central
de Monumentos, fue trasladado al coro, al lado de su nieta doña Constanza.
Tras el derribo del convento de Santo Domingo en 1869, la estatua orante fue
trasladada al Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Según se cree, esta escultura, que
seguramente se alzaba sobre su sepulcro en posición yacente, fue tallada casi
un siglo después de su muerte, momento al que responde el estilo realista de la
vestimenta. Posteriormente también se le cambió la cabeza. La figura está
vestida según el modelo aristocrático de la época, que aúna la condición
militar del monarca (cota de malla, brazales y musleras de metal y espadín) con
la elegancia cortesana (casaca y capa de ricos bordados, representados aquí en
bajorrelieve y subrayados por un recubrimiento de pintura que se ha perdido).
La cinta del pelo servía para encajar una corona de oro o plata que no se ha
conservado.
En cuanto al sepulcro de doña
Constanza, realizado en alabastro polícromo, se hallaba en el coro de la
iglesia, bajo un arco rebajado. Está formado por un sarcófago y en la tapa, la
cama sobre la que descansa la estatua yacente de doña Constanza, de tamaño algo
mayor que el natural. Ésta se halla vestida con el hábito blanco y capa negra,
de la orden dominica. Un velo cubre su cara. Sobre el pecho una bolsa, la cual
contiene un rosario y el devocionario.
A la cabeza y a los pies hay dos
figurillas femeninas en posición orante que representan el dolor y el llanto de
dos monjas ante la pérdida de su priora. En el frente se halla el escudo
heráldico de la priora sostenido por do ángeles vestidos con túnica y capa.
El sepulcro, al igual que la estatua
orante de Pedro I, se trasladó al Museo Arqueológico Nacional tras el derribo
del convento de Santo Domingo en 1869.
Del libro “Los
porqués de Madrid”, Isabel Gea.
Fecha de la publicación:
Octubre 2010 - 13.95 €.
Editorial: Ediciones La
Librería.
[1] Por error, en
mi libro Las murallas medievales de
Madrid, Madrid musulmán, judío y cristiano, página 81, escribí que «en 1538
se labró la estatua orante por orden de Alonso de Castilla, obispo de
Calahorra, descendiente de Pedro I». Se trata en realidad del sepulcro del
propio Alonso de Castilla que mandó construir su propia capilla funeraria, no de
la estatua orante de Pedro I.
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