Si antes hablé de la estatua de Felipe IV, cuyo caballo
realiza una difícil pirueta gracias a Galileo Galilei, el caballo de Felipe III
también tiene su historia.
Para ello, acerquémonos a la Plaza Mayor , cuyo
centro se halla presido por el tercero de los Felipes a lomos de un caballo.
Si
se fijan bien, la boca del animal permanece cerrada, aunque originalmente
estuviera abierta. ¿Y por qué ahora está cerrada?
Muy sencillo, para salvar la vida de los
gorriones. La abertura constituía una gran tentación para los gorriones que se
posaban en la boca. Y no se sabe si por curiosidad, casualidad o simplemente
resbalón, los pajarillos terminaban en el fondo del caballo, de donde no podían
salir sin batir las alas.
Mas ¡ay!, el espacio era tan reducido que les era
imposible volar. Y allí morían, uno tras otro, llenándose el vientre del
caballo de huesecillos de infortunados gorriones, constituyendo un auténtico
cementerio "gorrionil".
Esto nunca se supo hasta que, al proclamarse la Segunda República ,
un "ingenioso" decidió celebrarlo metiendo en el interior del caballo
unos petardos. Entre los restos del conjunto escultórico aparecieron cientos de
pequeños huesos que nada tenían que ver con la estatua del rey ni con su
caballo.
Cuando el monumento fue reconstruido, se cerró la boca del animal,
evitando así que los gorriones pudieran fisgonear las interioridades del
caballo.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
http://www.edicioneslalibreria.es/
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