Aunque
no es un tema madrileño, siempre me gusta incluir este tipo de cosas en el blog.
Yo iba para naturalista y a veces no puedo reprimirme. Y
sé que a más de uno, y más de dos, le gusta también, especialmente a
Sheherezade Sheherezade :)
En la
terraza de “la atalaya” hay un pruno, un laurel y una conífera, los dejaron los
anteriores dueños. Ahí llevan desde tiempos inmemoriales, y yo, como buena
ciudadana los cuido, abono y riego.
El pruno
es el lugar favorito de los gorriones, que ponen el banco -que también dejaron
los dueños- que hay debajo totalmente perdido. Pero no me importa. Dar de comer
a los pájaros, por mucho que ensucien, me encanta.
Tres
meses me costó convencer a un mirlo de que viniera a “la atalaya” a comer. Tres
meses que cada vez que yo le veía en algún árbol de los que hay frente a la
terraza, le agitaba una spontex amarilla, y la dejaba sobre el poyete, al lado
de un puñado de pasas. Y el mirlo, me miraba pero no se acercaba. Hasta que,
tres meses después, se acercó por fin a por el puñado de pasas. ¿Y por qué usé
una spontex amarilla? Os preguntaréis. Porque es el color que distinguen los
mirlos machos, el pico amarillo les avisa de la presencia de otros mirlos. Así
que por eso agitaba una spontex. No tenía un trapo tan “chillón” más a mano.
El
mirlo trajo a la mirla, esta pareja en la primavera siguiente se trajo a toda
la prole de mirlitos y mirlitas, estos crecieron y siguieron viniendo y así
desde hace 7 años. Con los mirlos empezaron a llegar los gorriones, y también
eran bienvenidos, luego se apuntó una pareja de urracas, y lo mismo. Y por
último, se unieron al “gran festín” unos cuantos estorninos. Y todos ellos
conviven en perfecta armonía salvo cuando llegan las urracas, que asustan al
personal.
En
primavera, los mirlos machos, que son aves territoriales, se ponen agresivos
entre ellos y ni comen, ni dejan comer defendiendo lo que consideran “su”
territorio. El resto del año, son pacíficos entre ellos.
Mi afición
a dar de comer a los mirlos me viene de lejos, de cuando yo vivía en “la
Prospe”. Ahí empecé a dar de comer a un macho que vivía en el jardín del patio
interior. Este enviudó dos veces, y siempre me “presentaba” a su mirla de
turno, con la prole a cuestas. ¿Y cómo sé que enviudó dos veces? Porque en
ambos casos, las mirlas aparecieron muertas en el jardín. Además, en general se
dice que las aves son monógamas aunque se ha comprobado que a veces, “echan una
cana al aire” también, o mejor dicho, una pluma al aire.
Se dice
que que los gorriones están desapareciendo de las ciudades, la cada vez más
alta contaminación junto con la cada vez más numerosa población felina, están
influyendo para que haya menos pajarillos de esta especie. Es una pena. Al menos
yo contribuyo a que algunos no desaparezcan mientras tengan alimento en “la
atalaya”.
Las
fotos las hice ayer que estaba nublado, evitando así las molestas luces y
sombras.
Que lo
disfrutéis.
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