... especial para Jacinto y para todos los aficionados de
la Batalla de Madrid
Nuestro
buen amigo Florentino Areneros ha retomado su magnífico blog con mucha fuerza
después del “paréntesis vacacional”. Su “semanario decano de la guerracivilmaquia
que sale cuando puede” llamado “Sol y moscas”, ha publicado un excelente
trabajo sobre el viaducto de Cantarranas, en la Ciudad Universitaria.
Hemos
terminado de leerlo con suma atención y solo podemos decir “vuelta al ruedo con
dos orejas y rabo y salida por la puerta grande a hombros”.
Las
nuevas generaciones no han llegado a conocer este viaducto, conocido como de
los Quince ojos, por los tantos arcos que tenía. Y decimos tenía porque gran
parte de ellos fueron enterrados en época relativamente reciente y, otros han
sido cerrados y aprovechados sus huecos como almacenes, de tal suerte que, en
la actualidad, solo dos permanecen abiertos para el discurrir del tráfico
rodado, uno por cada sentido.
Personalmente
guardamos dos recuerdos en dos etapas diferentes de nuestra ya larga vida: en
aquella infancia en que jugábamos en el parque de la Virgen Blanca y buscábamos
balas de la Guerra Civil, llegando a veces en nuestros paseos infantiles hasta
la Ciudad Universitaria y, viendo al fondo, el inmenso viaducto de los Quince
Ojos. Era realmente sobrecogedor pasar por debajo de sus arcos, tenían una
altura inmensa vistos desde la óptica de unos niños de 5 a 8 años; el segundo
recuerdo es ya en época universitaria, precisamente como estudiante de la
facultad de Ciencias de la Información. Lo que ahora son los “campos de
deportes” que cita don Florentino, situados detrás de Periodismo, en la segunda
mitad de la década de los 70 eran huertas y un campo de rugby. Al fondo se
hallaba el sempiterno viaducto de Cantarranas.
En
época del presidente Felipe González, la zona cambió radicalmente con la
construcción del famoso búnker de la Moncloa enterrando, para siempre, el
viaducto del Aire y gran parte del de los Quince Ojos. Ni rastro queda de la
profunda vaguada del arroyo de Catarranas.
Para
hacerse una leve idea de los millones de toneladas de tierra que hicieron falta
acarrear para enterrar los dos espectaculares viaductos, recomendamos leer el
artículo de don Florentino Areneros y contemplar una de las antiguas fotos
donde se ven las dos magníficas obras de ingeniería que Eduardo Torroja
construyó para salvar el arroyo de Cantarranas.
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