El
resumen de prensa de hoy queda totalmente eclipsado por una noticia: no se
trata del eclipse de sol que tendremos el día 20, no. Ese eclipse ha quedado
eclipsado, valga la redundancia -que no la “rebundancia”- que dicen algunos,
con la noticia del hallazgo de los restos de Cervantes.
Algún
resto de los muchísimos aparecidos tras escarbar por todos los rincones de la
cripta de las Trinitarias, es de don Miguel de Cervantes y Saavedra. Y no contentos
con esto, incluso, algún otro, pertenece a su esposa, Catalina de Salazar. Con
ellos, ya podemos hacer un mausoleo digno al Príncipe de los Ingenios. Si Inglaterra puede presumir de la tumba
de Shakespeare, Francia, la de Molière, y Alemania, la de Goethe ¿por qué
España, en este caso Madrid, no puede presumir de la tumba de Cervantes?
Dicho y
hecho. Ayuntamiento e investigadores, georradar en mano, se pusieron manos a la
obra, con permiso de las monjas trinitarias y del Arzobispado. Y llegó la
primera noticia: la aparición de las iniciales M.C. tachonadas en un trozo de
madera dentro de un nicho de la cripta. ¿Estará ahí enterrado Cervantes? Todos
con los nervios a flor de piel esperando a que apareciera el esqueleto de
Cervantes, con la mano tullida, la mandíbula con cuatro o cinco piezas dentales
y las costillas llenas de plomo, del arcabuzazo que recibió allá en Lepanto. ¡Mas
ay!, no había esqueleto completo, ni del insigne dramaturgo ni de nadie en
concreto. Lo aparecido era un conjunto de trozos de tejidos, mezclados con
restos óseos ‑más bien minúsculos- y tierra. Se
dijo que los huesos eran infantiles, probablemente niños que murieron por
desnutrición, pues la pobreza en aquel Siglo de Oro era extrema para la inmensa
mayoría de los habitantes de la Villa y Corte. El propio Cervantes es una buena
muestra de ello, vivió toda su vida con estrecheces.
El equipo investigador no se dio por vencido y siguió
buscando. El plazo se terminaba, y el dinero invertido, también. Y hete aquí
que, que en plena precampaña electoral para las municipales, se anuncia a bombo
y platillo en medios digitales e impresos y en todas las televisiones y radios,
con fanfarrias y alharacas que, aunque no hay prueba de ADN, hay indicios que
de entre los restos hallados, algunos pueden ser compatibles con Cervantes y de
su esposa.
Por lo visto, la prueba del ADN no se puede llevar a cabo porque
no hay descendientes directos. Pero seguro que saldrá el oportunista de turno reclamando
la prueba de paternidad declarando que desde tiempo inmemorial, en su familia
se viene diciendo que descienden de Cervantes. Y, así, habrá ganado su minuto
de gloria.
Solo falta que los del Ministerio del Tiempo, esa serie tan
exitosa de Televisión Española, envíen al mismísimo ministro Montoro, a 1615,
un año antes de la muerte de Cervantes, reclamándole que pague sus impuestos
como todo hijo de vecino, y con carácter retroactivo, so pena de una multa de
padre muy señor mío, pues son nada menos que 400 años sin declarar al fisco y
eso conlleva, además de una multa cuantiosa, pena de cárcel. Esto último el
dramaturgo lo afrontaría con resignación, no en vano estuvo cautivo de los
moros, en Argel, cinco largos años. Un lustro preso que le dejó honda huella.
¿Qué no se lo creen? La idea no es mía, lo reconozco, una
pena. La semana pasada vi en Telemadrid, en ese magnífico programa de humor de
Los Teletipos, precisamente una parodia del Ministerio del Tiempo con Montoro
reclamando a Cervantes sus obligaciones tributarias ¡en euros! Y claro, la cara
del insigne escritor, que en ese momento se hallaba enfrascado escribiendo la
segunda parte del Quijote, era todo un poema. “¡Euros! ¿Eso qué es?” ¡Ya le
gustaría a Montoro poder viajar en el tiempo y cobrar buenos dineros no solo a
Cervantes!
Bromas aparte, qué duda cabe que la construcción de un
mausoleo a Cervantes, en la iglesia de las Trinitarias, como señalan las
monjas, pues la cripta no es de fácil acceso, reportaría miles de euros a la
ciudad de Madrid. Imagino que a las hermanas del convento, también. El llamado
turismo cultural tiene mucho éxito en Europa y, a Madrid, le beneficiaría
mucho.
De esto ya sabe algo una tienda del Barrio de las Letras.
Ayer, su dueña, mostraba orgullosa a las cámaras de televisión, unas jarras de
cerámica blanca con párrafos del Quijote grabados a la vez que decía que tenía
en mente más artículos de regalo pendientes por hacer relativos a Cervantes y
su obra. “Las jarras se estaban vendiendo bien”, dijo aunque no nos contó el
precio de cada una de ellas.
Y ya tendremos la “ruta del Quijote”, oiga, “el pincho del
Quijote”, “la croqueta del Quijote”, y ¿por qué no? el famoso “plato del
Quijote”: duelos y quebrantos, en
todos los restaurantes del Barrio de las Letras.
¿Cómo? ¿Qué no saben de qué plato hablamos? ¡Leánse el
Quijote y degusten tan sabroso manjar, no apto para personas con tendencia a
engordar y/o con el colesterol alto.
Y de postre, “el roscón del Quijote”, “la torrija del
Quijote”, “el buñuelo del Quijote”, “las natillas del Quijote”... ¡a pícaros no
nos gana nadie, oiga!
¡Bienvenidos sean vuesas mercedes a la Villa y Corte!
Hay que reconocer que como operación de marketing para vender la ciudad les ha salido que ni pintado. No sé lo que habrá costado la "búsqueda" pero seguro que mucho menos que una campaña publicitaria a nivel internacional y los resultados son evidentes.
ResponderEliminarCuando encuentren la tumba de Don Quijote la van a liar parda ;-)
Estimado don Florentino: Eso ya son palabras mayores. El día que encuentren la tumba de don Quijote ¡habrá que celebrarlo brindando a la salud de él!. De don Quijote, claro ;)
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