Ayer,
ante la caída inminente de otro árbol, en el jardín de la Biblioteca Nacional,
se hizo preciso llamar a los bomberos para que lo cortaran por el peligro que
suponía. El lateral del paseo de Recoletos se cortó para que los bomberos
pudieran realizar su trabajo. Hasta aquí, la noticia que, por desgracia, ya
está siendo habitual en los últimos días. Sin embargo, ojipláticos nos hemos
quedado al leer que «el árbol sacrificado tiene
desde hace muchos meses una brecha por la que pierde sabia».
¡Señor, señor, qué dolor de ojos!
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