El País
recuerda al que fuera más emblemático edificio de Miguel Fisac, La Pagoda, un
auténtico icono del Madrid desaparecido del siglo XX.
Lo más
triste del asunto fue que se buscó la excusa más tonta para derribarlo: no
cumplía la normativa sobre incendios. El propio Fisac declaró que se le podía
haber llamado para colocar una escalera de incendios pero, en lugar de hacerlo,
primó la especulación, y con alevosía y premeditación, se tiró sin más
contemplaciones. Miguel Fisac se murió convencido de que el Opus Dei estaba
detrás de esta vergonzosa tropelía, pero esa, es otra historia.
Los
madrileños, al entonces alcalde de Madrid, José Mª Álvarez del Manzano, no le
perdonamos dos derribos injustificados, a finales de julio en ambos casos: la
Casa de Iván de Vargas, en 2002, y La Pagoda, tres años antes, en 1999.
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