Madridiario señala los motivos de Barajas para solicitar ser
Bien de Interés Cultural pues « posee vestigios desde la Edad del Bronce,
como Las Quebradas, así como la villa romana de El Rasillo, la necrópolis
islámica de Las Huelgas, el castillo de los Zapata (única fortaleza de estas
características en la capital), la plaza Mayor de Barajas (siglo XVI), la
iglesia de San Pedro Apóstol y la ermita de Nuestra Señora de la Soledad (siglo
XVII), el parque de El Capricho (siglo XVIII), el mausoleo de los
Fernán Núñez (siglo XIX) y las infraestructuras que aún se conservan de la
Guerra Civil (nido de ametralladoras del castillo, búnker de Miaja) y la posguerra (plaza de Nuestra Señora de
Loreto). También apuestan por poner en valor elementos que han perdido
parte de su esencia, como el parque Juan Carlos I, que es el jardín de estatuas más
grande de España».
El Teatro Real se construyó en el solar del antiguo teatro de los Caños del Peral que fue derribado por su mal estado en 1817. Un año más tarde, comenzó la construcción del nuevo teatro que se prolongó a lo largo de más de treinta años, siendo inaugurado en 1850 por la reina Isabel II. La planta del teatro resultó muy forzada por el solar que ocupaba, lo que había obligado al arquitecto Antonio López Aguado a articular la sala y el escenario de tal manera que quedaron muchos espacios vacíos así como un difícil tránsito a través de las alas y de las cajas de escaleras. Como la entrada por la plaza era de uso exclusivo para la familia real, y el público entraba por la fachada posterior en la plaza de Isabel II, los espectadores se veían obligados a recorrer interminables pasillos y escaleras. Pascual Madoz, en su Diccionario Geográfico señaló que «este edificio [el teatro] tiene la planta mas ingrata que para un edificio de esta clase ha podido elegirse». En cualquier calleje
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