El
número 4 de la calle de San Blas esconde una bodega de los siglos XVI y XVII en
la que un bodeguero y más tarde unos monjes, excavaron y construyeron una de
las mejores construcciones de este tipo de Madrid y la más antigua.
Como
nos cuenta El Mundo, «la temperatura en la bodega es estable y la
humedad que requiere la crianza del vino aún se conserva intacta. Todavía
pueden contemplarse cúpulas originales, arcos, paredes de ladrillo visto y
reliquias que se han encontrado en la rehabilitación, como una pistola de
la Guerra Civil (bando republicano) y un túnel de escapatoria que aún se
conserva parcialmente abierto y a la vista».
La bodega
además esconde más secretos: «otros dos pasadizos que en su día
comunicaban sabe Dios con qué edificios cercanos, una colección de llaves
antiguas y cerrojos, un ambiente íntimo para celebraciones o eventos y una
cocina tipo 'show cooking' en la que reina una brasileña que prepara uno
de los mejores tatakis de atún rojo que se pueden comer en Madrid».
Bien merece acercarse a esta bodega-restaurante, no solo
para disfrutar de su grastronomía sino por lo que ella muestra a los
comensales.
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