El rey
empezó encargando a la prestigiosa pastelería Viena Madrid unos croissants de
tamaño algo menor que hace más cómodo su manejo y se pueden mojar en el café
con leche sin necesidad de tener que partirlos.
Poco tiempo después, los mismos
bollos fueron servidos en el cercano Palacio de la Moncloa.
Del libro “Curiosidades y anécdotas de Madrid”, Isabel Gea.
Ediciones La Librería. 10ª edición. 6,50€.
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